domingo, 28 de abril de 2013

CAPÍTULO IV ETAPA TRES: PLAN DE TRANSFORMACIÓN DEL PROBLEMA


4.1 PROCESO DE CONSTRUCCIÓN DEL PLAN DE TRANSFORMACIÓN

Los componentes de la práctica pedagógica como fuerzas dinámicas que le dan vida a la misma, no pueden transformarse desde afuera, sino desde su interior si se quiere tener sentido; las transformaciones educativas no se imponen, se generan; Carr y Kemmis (1988)[1] afirman: “Es necesario abandonar las posiciones irreflexivas y acríticas, por parte de los docentes, poniendo en tela de juicio las certidumbres habituales para convertirse en partícipes de una teoría crítica de educación”.

Partiendo de lo arriba expuesto, el equipo de investigadoras da inicio a la construcción de ésta etapa, desarrollando un nuevo espiral de Acción® Observación®Reflexión®Planeación, con el consenso de los actores comprometidos en el proceso de investigación, se retomó la hipótesis de trabajo para hacer una nueva lectura de ella y legitimarla en la acción, para esto hubo un período de reflexión sobre:
¨    Cómo traducir en acciones cotidianas las formulaciones hipotéticas planteadas en la etapa anterior.
¨    Cómo articular en el pensamiento y la práctica, equipos de trabajo, acciones, escenarios, contextos, metas, propósitos, principios, pautas de acción, tiempos, temas de estudio, recursos y evaluación, en torno al desarrollo humano de los sujetos y el colectivo.
¨    Cómo proyectar la acción transformadora a la reconstrucción de la forma de ser individual, de la cultura organizacional y comunitaria, de tal manera que se dé vida y sentido a nuestra labor en el aula y reconstruir así el proyecto de vida institucional.

Es así como en un momento proactivo se plantea cómo llevar a la práctica las soluciones negociadas y creativas expresadas en la hipótesis de trabajo, para ser desarrolladas en el contexto de nuestras instituciones, con el compromiso de todos los actores (CODEBASE, CODES E INSTECO). De la misma manera se realiza el proceso para curriculizar las acciones de legitimación, para instituirlas y convertirlas en procesos de formación intencional, en el marco del PEI.

Con el equipo de apoyo se construyen los significados comunes alrededor de metas, principios, acciones, logros o resultados, recursos metodológicos y responsables; pues estos serán los elementos que constituyen nuestro plan de transformación.

Las metas se construyen en el análisis de la hipótesis, precisando la lógica de lo que es necesario hacer para solucionar el problema, en el marco de las necesidades planteadas en el diagnóstico y en respuesta a fundamentar los principios éticos de justicia y equidad en los procesos evaluativos, nuestra necesidad esencial, nos muestran entonces la manera como se jerarquizaron las acciones.

Los principios surgen del cuestionamiento que hacen los actores con relación al por qué, o a la razón esencial de la acción, es decir, que estos fundamentan la acción y nos permitirán los criterios que surjan en el proceso.

Las acciones expresan los compromisos individuales y colectivos, planteados desde el análisis de responsabilidades asumidas por el colectivo, para ir alcanzando paulatinamente la construcción de la realidad expresada en la hipótesis; los logros se derivan de las acciones en términos de desarrollo humano y expresan el avance hacia la consecución de las metas;  los recursos son los medios que aseguran la reflexión, el cuestionamiento, la búsqueda de respuesta, la consulta bibliográfica, así como la formación permanente y comprometida de los implicados; y en responsables, se explicita quienes van a liderar cada momento del proceso y en qué están comprometidos.
Con el siguiente esquema se trata de identificar desde donde se inicia la transformación de los procesos evaluativos, desde una dimensión ética en los procesos de formación.

A partir del esquema anterior, se inicia la transformación del componente evaluativo desde su dimensión ética. Se parte de las metas de formación, es decir, analizándolas desde un nuevo marco de referencia individual, grupal e institucional, teniendo como base el desarrollo humano para potenciar capacidades éticas y convivenciales que orienten los procesos institucionales.

Por lo anterior se organizó la meta a corto plazo: autoformación de un docente capaz de asumir su autonomía profesional, en la responsabilidad con la sociedad en el marco de justicia y equidad.

La responsabilidad moral del docente deriva del hecho de que en su interacción con los estudiantes y padres de familia se convierte en un paradigma de comportamiento ético y como tal su gran valor profesional es la autonomía; autonomía que implica un compromiso con la acción, una búsqueda sobre el sentido de lo que es deseable educativamente, para modificar la realidad en que se encuentra, y esto requiere de juicios profesionales continuos.

En la meta a mediano plazo se propone la reconstrucción de la estructura curricular cuyos ejes transversales sean principios de autonomía en la responsabilidad, justicia y equidad, como fundamento de un trabajo interdisciplinario, asumido a través de acciones articuladas, intencionadas y organizadas, expresión de un estilo pedagógico propio, de tal manera que propicie el desarrollo humano de todos los involucrados.

Entendiendo por currículo no una serie de actividades y planes, sino entendido como un proceso activo en el que se integran: planeación, acción y evaluación, llevando a la acción la teoría pedagógica, síntesis integral entre la teoría y la práctica, asegurando así el desarrollo humano; igualmente, es todo lo que se vive y se hace en la escuela; es la praxis social construida en situaciones reales. Y esto no puede reconstruirse sin la participación comprometida de los actores, sin tener en cuenta la cultura, que subyace en cada una de nuestras comunidades; es necesario reconceptualizar el currículo desde los nuevos tiempos (globalización, interdisciplinariedad, currículo), como un espacio de participación comunitaria.

Y como meta a largo plazo, se propone la asunción de los procesos evaluativos fundamentados en lo ético que, muestren los avances de los actores, de los grupos y de la institución, en función de sus metas, así como sus interferencias y facilitadores de una propuesta evaluativa desde una dimensión ética, que tenga en cuenta un nuevo modelo pedagógico coherente con la misma, de tal manera que se respeten la singularidad y ritmo de aprendizaje de los estudiantes, haciéndoles partícipes de su proceso de formación.

La evaluación así asumida permitirá un trabajo exitoso, pues cambiará la forma de pensar el qué, cómo, cuándo, para qué de la misma, reconociendo a cada individuo y llevándolo a conocerse, descubriendo falencias, para mejorarlas y potenciar sus competencias.

Como todo lo anterior está concretado en metas, se plasma en un plan de transformación los principios que fundamenten esas metas, unas acciones, unos logros, unos recursos y unos responsables, coherentemente articulados, para poder luego instituirlo y ponerlo en marcha, hacer un seguimiento y evaluación de todo el proceso.

Es el docente quien desde su propia praxis iniciará la búsqueda de respuestas, que darán sentido a su práctica pedagógica, deberá comenzar a comprenderla como una práctica pedagógica ética, basada en la autonomía, investigación y la reflexión; sólo así podrá hacer de la evaluación un proceso de formación ético que propenda hacia el desarrollo humano.

Es un reto para cada una de las investigadoras, llevar a cabo esta propuesta, con la participación de toda la comunidad educativa de las instituciones objeto de estudio, Colegio Distrital El Silencio, Colegio Barranquilla para Señoritas y el Instituto Técnico de Comercio, poner en marcha este plan transformacional, llevándonos a iniciar un nuevo espiral de la I.A.E.




[1] CARR Y KEMMIS. Investigación y diagnóstico, en Educación: una perspectiva psicopedagógica. Ediciones Algibe Archidona. Málaga. Pág. 54

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