4.1 PROCESO DE
CONSTRUCCIÓN DEL PLAN DE TRANSFORMACIÓN
Los componentes de la
práctica pedagógica como fuerzas dinámicas que le dan vida a la misma, no
pueden transformarse desde afuera, sino desde su interior si se quiere tener
sentido; las transformaciones educativas no se imponen, se generan; Carr y Kemmis
(1988)[1]
afirman: “Es necesario abandonar las posiciones irreflexivas y acríticas, por
parte de los docentes, poniendo en tela de juicio las certidumbres habituales
para convertirse en partícipes de una teoría crítica de educación”.
Partiendo de lo arriba
expuesto, el equipo de investigadoras da inicio a la construcción de ésta
etapa, desarrollando un nuevo espiral de Acción® Observación®Reflexión®Planeación, con el consenso de los actores
comprometidos en el proceso de investigación, se retomó la hipótesis de trabajo
para hacer una nueva lectura de ella y legitimarla en la acción, para esto hubo
un período de reflexión sobre:
¨ Cómo traducir en acciones
cotidianas las formulaciones hipotéticas planteadas en la etapa anterior.
¨ Cómo articular en el
pensamiento y la práctica, equipos de trabajo, acciones, escenarios, contextos,
metas, propósitos, principios, pautas de acción, tiempos, temas de estudio,
recursos y evaluación, en torno al desarrollo humano de los sujetos y el
colectivo.
¨ Cómo proyectar la acción transformadora
a la reconstrucción de la forma de ser individual, de la cultura organizacional
y comunitaria, de tal manera que se dé vida y sentido a nuestra labor en el
aula y reconstruir así el proyecto de vida institucional.
Es así como en un momento proactivo
se plantea cómo llevar a la práctica las soluciones negociadas y creativas
expresadas en la hipótesis de trabajo, para ser desarrolladas en el contexto de
nuestras instituciones, con el compromiso de todos los actores (CODEBASE, CODES
E INSTECO). De la misma manera se realiza el proceso para curriculizar las
acciones de legitimación, para instituirlas y convertirlas en procesos de
formación intencional, en el marco del PEI.
Con el equipo de apoyo se
construyen los significados comunes alrededor de metas, principios, acciones,
logros o resultados, recursos metodológicos y responsables; pues estos serán
los elementos que constituyen nuestro plan de transformación.
Las metas se construyen en
el análisis de la hipótesis, precisando la lógica de lo que es necesario hacer
para solucionar el problema, en el marco de las necesidades planteadas en el
diagnóstico y en respuesta a fundamentar los principios éticos de justicia y
equidad en los procesos evaluativos, nuestra necesidad esencial, nos muestran entonces
la manera como se jerarquizaron las acciones.
Los principios surgen del
cuestionamiento que hacen los actores con relación al por qué, o a la razón
esencial de la acción, es decir, que estos fundamentan la acción y nos
permitirán los criterios que surjan en el proceso.
Las acciones expresan los
compromisos individuales y colectivos, planteados desde el análisis de
responsabilidades asumidas por el colectivo, para ir alcanzando paulatinamente
la construcción de la realidad expresada en la hipótesis; los logros se derivan
de las acciones en términos de desarrollo humano y expresan el avance hacia la
consecución de las metas; los recursos
son los medios que aseguran la reflexión, el cuestionamiento, la búsqueda de
respuesta, la consulta bibliográfica, así como la formación permanente y
comprometida de los implicados; y en responsables, se explicita quienes van a
liderar cada momento del proceso y en qué están comprometidos.
Con el siguiente esquema
se trata de identificar desde donde se inicia la transformación de los procesos
evaluativos, desde una dimensión ética en los procesos de formación.
A partir del esquema
anterior, se inicia la transformación del componente evaluativo desde su
dimensión ética. Se parte de las metas de formación, es decir, analizándolas
desde un nuevo marco de referencia individual, grupal e institucional, teniendo
como base el desarrollo humano para potenciar capacidades éticas y
convivenciales que orienten los procesos institucionales.
Por lo anterior se
organizó la meta a corto plazo: autoformación de un docente capaz de
asumir su autonomía profesional, en la responsabilidad con la sociedad en el
marco de justicia y equidad.
La responsabilidad moral
del docente deriva del hecho de que en su interacción con los estudiantes y
padres de familia se convierte en un paradigma de comportamiento ético y como
tal su gran valor profesional es la autonomía; autonomía que implica un
compromiso con la acción, una búsqueda sobre el sentido de lo que es deseable
educativamente, para modificar la realidad en que se encuentra, y esto requiere
de juicios profesionales continuos.
En la meta a mediano
plazo se propone la reconstrucción de la estructura curricular cuyos ejes
transversales sean principios de autonomía en la responsabilidad, justicia y
equidad, como fundamento de un trabajo interdisciplinario, asumido a través de
acciones articuladas, intencionadas y organizadas, expresión de un estilo
pedagógico propio, de tal manera que propicie el desarrollo humano de todos los
involucrados.
Entendiendo por currículo
no una serie de actividades y planes, sino entendido como un proceso activo en
el que se integran: planeación, acción y evaluación, llevando a la acción la
teoría pedagógica, síntesis integral entre la teoría y la práctica, asegurando
así el desarrollo humano; igualmente, es todo lo que se vive y se hace en la
escuela; es la praxis social construida en situaciones reales. Y esto no puede
reconstruirse sin la participación comprometida de los actores, sin tener en
cuenta la cultura, que subyace en cada una de nuestras comunidades; es
necesario reconceptualizar el currículo desde los nuevos tiempos
(globalización, interdisciplinariedad, currículo), como un espacio de
participación comunitaria.
Y como meta a largo
plazo, se propone la asunción de los procesos evaluativos fundamentados en
lo ético que, muestren los avances de los actores, de los grupos y de la
institución, en función de sus metas, así como sus interferencias y
facilitadores de una propuesta evaluativa desde una dimensión ética, que tenga en
cuenta un nuevo modelo pedagógico coherente con la misma, de tal manera que se
respeten la singularidad y ritmo de aprendizaje de los estudiantes, haciéndoles
partícipes de su proceso de formación.
La evaluación así asumida
permitirá un trabajo exitoso, pues cambiará la forma de pensar el qué, cómo,
cuándo, para qué de la misma, reconociendo a cada individuo y llevándolo a
conocerse, descubriendo falencias, para mejorarlas y potenciar sus
competencias.
Como todo lo anterior está
concretado en metas, se plasma en un plan de transformación los principios que
fundamenten esas metas, unas acciones, unos logros, unos recursos y unos
responsables, coherentemente articulados, para poder luego instituirlo y
ponerlo en marcha, hacer un seguimiento y evaluación de todo el proceso.
Es el docente quien desde su propia praxis iniciará la búsqueda de
respuestas, que darán sentido a su práctica pedagógica, deberá comenzar a
comprenderla como una práctica pedagógica ética, basada en la autonomía,
investigación y la reflexión; sólo así podrá hacer de la evaluación un proceso
de formación ético que propenda hacia el desarrollo humano.
Es un reto para cada una de las investigadoras, llevar a cabo esta
propuesta, con la participación de toda la comunidad educativa de las
instituciones objeto de estudio, Colegio Distrital El Silencio, Colegio
Barranquilla para Señoritas y el Instituto Técnico de Comercio, poner en marcha
este plan transformacional, llevándonos a iniciar un nuevo espiral de la I.A.E.
[1] CARR
Y KEMMIS. Investigación y diagnóstico, en Educación: una perspectiva
psicopedagógica. Ediciones Algibe Archidona. Málaga. Pág. 54
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